13.9.06



Érase una vez una princesita que se encontró con un apuesto príncipe y se enamoraron. El príncipe le dijo a la princesita “¡Buenos días princesa!, ¿quieres compartir fluidos conmigo? Antes de nada has de saber que yo quiero a mi lado a alguien que me quiera pero que no me necesite, y le susurró al oído esta canción…

Yo no quiero un amor civilizado, con recibos y escena del sofá;
yo no quiero que viajes al pasadoy vuelvas del mercado con ganas de llorar.
Yo no quiero vecinas con pucheros; yo no quiero sembrar ni compartir;
yo no quiero catorce de febrero ni cumpleaños feliz.
Yo no quiero cargar con tus maletas; yo no quiero que elijas mi champú;
yo no quiero mudarme de planeta, cortarme la coleta, brindar a tu salud.
Yo no quiero domingos por la tarde; yo no quiero columpio en el jardín;
lo que yo quiero, corazón cobarde,
es que mueras por mí.
Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren.
Yo no quiero juntar para mañana, no me pidas llegar a fin de mes;
yo no quiero comerme una manzanados veces por semana sin ganas de comer.
Yo no quiero calor de invernadero; yo no quiero besar tu cicatriz;
yo no quiero París con aguacero ni Venecia sin ti.
No me esperes a las doce en el juzgado; no me digas “volvamos a empezar”;
yo no quiero ni libre ni ocupado, ni carne ni pecado, ni orgullo ni piedad.
Yo no quiero saber por qué lo hiciste; yo no quiero contigo ni sin ti;
lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes,
es que mueras por mí.
Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren
Joaquín Sabina


La princesita cayó rendida a sus pies, y aunque comieron pollo, porque las perdices escaseaban bastante en los supermercados de la época, vivieron enamorados y felices…
Algunos años después esta princesita se ha perdido en un mar de dudas, y se plantea qué fue de esas dulces promesas del príncipe de amor eterno.
Aún no es demasiado tarde para esta princesa, aún podría morirme de amor contigo si me mataras a besos.
Aún podrías rescatarme de este refugio lleno de dudas, y sin embargo me dejas que me escape por los tejados, como un gato sin dueño, perdida en el pañuelo de amargura….