29.2.08

Una breve historia de casi todo....


Bienvenido. Y felicidades. Estoy encantado de que pudieses conseguirlo. Llegar hasta aquí no fue fácil. Lo sé. Y hasta sospecho que fue algo más difícil de lo que tú crees. En primer lugar, para que estés ahora aquí, tuvieron que agruparse de algún modo, de una forma compleja y extrañamente servicial, trillones de átomos errantes. Es una disposición tan especializada y tan particular que nunca se ha intentado antes y que sólo existirá esta vez. Durante los próximos muchos años –tenemos esa esperanza-, estas pequeñas partículas participarán sin queja en todos los miles de millones de habilidosas tareas cooperativas necesarias para mantenerte intacto y permitir que experimentes ese estado tan agradable, pero tan a menudo infravalorado, que se llama existencia.
Por qué se tomaron esta molestia los átomos es todo un enigma. Ser tú no es una experiencia gratificante a nivel atómico. Pese a toda su devota atención, tus átomos no se preocupan en realidad por ti, de hecho ni siquiera saben que estás ahí. Ni siquiera saben que ellos están ahí. Son, después de todo, partículas ciegas, que además no están vivas. (Resulta un tanto fascinante pensar que si tú mismo te fueses deshaciendo con unas pinzas, átomo por átomo, lo que producirías sería un montón de fino polvo atómico, nada del cual habría estado nunca vivo pero todo él habría sido en otro tiempo tú.) Sin embargo, por la razón que sea, durante el período de tu experiencia, tus átomos responderán a un único impulso riguroso: que tú sigas siendo tú.
La mala noticia es que los átomos son inconstantes y su tiempo de devota dedicación es fugaz, muy fugaz. Incluso una vida humana larga sólo suma unas 650.000 horas y, cuando se avista ese modesto límite, o en algún otro punto próximo, por razones desconocidas, tus átomos te dan por terminado. Entonces se dispersan silenciosamente y se van a ser otras cosas. Y se acabó todo para ti.
De todos modos, debes alegrarte de que suceda. Hablando en términos generales, no es así en el universo, por lo que sabemos. Se trata de algo decididamente raro porque, los átomos que tan generosa y amablemente se agrupan para formar cosas vivas en la Tierra, son exactamente los mismos átomos que se niegan a hacerlo en otras partes. Pese a lo que pueda pasar en otras esferas, en el mundo de la química la vida es fantásticamente prosaica: carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, un poco de calcio, una pizca de azufre, un leve espolvoreo de otros elementos muy corrientes (nada que no pudieses encontrar en cualquier farmacia normal), y eso es todo lo que hace falta. Lo único especial de los átomos que te componen es que te componen. Ese es, por supuesto, el milagro de la vida.
Hagan o no los átomos vida en otros rincones del universo, hacen muchas otras cosas: nada menos que todo lo demás. Sin ellos, no habría agua ni aire ni rocas ni estrellas y planetas, ni nubes gaseosas lejanas ni nebulosas giratorias ni ninguna de todas las demás cosas que hacen el universo tan agradablemente material. Los átomos son tan numerosos y necesarios que pasamos con facilidad por alto el hecho de que, en realidad, no tienen por qué existir. No hay ninguna ley que exija que el universo se llene de pequeñas partículas de materia o que produzcan luz, gravedad y las otras propiedades de las que depende la existencia. En verdad, no necesita ser un universo. Durante mucho tiempo no lo fue. No había átomos ni universo para que flotaran en él. No había nada..., absolutamente nada en ningún sitio.
Así que demos gracias por los átomos. Pero el hecho de que tengas átomos y que se agrupen de esa manera servicial es sólo parte de lo que te trajo hasta aquí. Para que estés vivo aquí y ahora, en el siglo XXI, y seas tan listo como para saberlo, tuviste también que ser beneficiario de una secuencia excepcional de buena suerte biológica. La supervivencia en laTierra es un asunto de asombrosa complejidad. De los miles y miles de millones de especies de cosas vivas que han existido desde el principio del tiempo, la mayoría (se ha llegado a decir que el 99 por ciento) ya no anda por ahí. Y es que la vida en este planeta no sólo es breve sino de una endeblez deprimente. Constituye un curioso rasgo de nuestra existencia que procedamos de un planeta al que se le da muy bien fomentar la vida, pero al que se le da aún mejor extinguirla.
Una especie media sólo dura en la Tierra unos cuatro millones de años, por lo que, si quieres seguir andando por ahí miles de millones de años, tienes que ser tan inconstante como los átomos que te componen.
Debes estar dispuesto a cambiarlo todo (forma, tamaño, color, especie, filiación, todo) y a hacerlo reiteradamente. Esto es mucho más fácil de decir que de hacer, porque el proceso de cambio es el azar. Pasar del “glóbulo atómico protoplasmático primordial” –como dicen Gilberty Sullivan en su canción– al humano moderno que camina erguido y que razona te ha exigido adquirir por mutación nuevos rasgos una y otra vez, de la forma precisa y oportuna, durante un período sumamente largo. Así que, en los últimos 3800 millones de años, has aborrecido a lo largo de varios períodos el oxígeno y luego lo has adorado, has desarrollado aletas y extremidades y unas garbosas alas, has puesto huevos, has chasqueado el aire con una lengua bífida, has sido satinado, peludo, has vivido bajo tierra, en los árboles, has sido tan grande como un ciervo y tan pequeño como un ratón y un millón de cosas más. Una desviación mínima de cualquiera de esos imperativos de la evolución y podrías estar ahora lamiendo algas en las paredes de una cueva, holgazaneando como una morsa en algún litoral pedregoso o regurgitando aire por un orificio nasal, situado en la parte superior de la cabeza, antes de sumergirte 18 metros a buscar un bocado de deliciosos gusanos de arena.
No sólo has sido tan afortunado como para estar vinculado desde tiempo inmemorial a una línea evolutiva selecta, sino que has sido también muy afortunado –digamos que milagrosamente– en cuanto a tus ancestros personales. Considera que, durante 3800 millones de años, un período de tiempo que nos lleva más allá del nacimiento de las montañas, los ríos y los mares de la Tierra, cada uno de tus antepasados por ambas ramas ha sido lo suficientemente atractivo para hallar una pareja, ha estado lo suficientemente sano para reproducirse y lo han bendecido el destino y las circunstancias lo suficiente como para vivir el tiempo necesario para hacerlo. Ninguno de tus respectivos antepasados pereció aplastado, devorado, ahogado, de hambre, atascado, ni fue herido prematuramente ni desviado de otro modo de su objetivo vital: entregar una pequeña carga de material genético a la pareja adecuada en el momento oportuno para perpetuar la única secuencia posible de combinaciones hereditarias, que pudiese desembocar casual, asombrosa y demasiado brevemente en ti.
Este libro trata de cómo sucedió eso... cómo pasamos, en concreto, de no ser nada en absoluto a ser algo, luego cómo un poco de ese algo se convirtió en nosotros y también algo de lo que pasó entretanto y desde entonces. Es, en realidad, abarcar muchísimo, ya lo sé, y por eso el libro se titula Una breve historia de casi todo, aunque en rigor no lo sea. No podría serlo. Pero, con suerte, cuando lo acabemos tal vez parezca como si lo fuese.



Fragmento de la introducción al libro “Una breve historia de casi todo”, de Bill Bryson, una de esas grandes joyas literarias que mi amigo Pepe puso en mis manos.

26.2.08

¡Felicidades!!!!
Mi amiga Carol va a ser mamá de nuevo, y yo me siento muuuuuy feliz con la noticia!

22.2.08

al límite de mis fuerzas....


Para que luego digan que palos con gusto no duelen… ya hace tiempo que notaba que estaba rozando el límite en el que una tiene que plantearse volver al fisio, pero lo iba dejando, lo iba dejando y el domingo…zás!, mientras fregaba una enorme pila de platos notaba como si la espalda no pudiera más, y llevo toda la semana intentado olvidar la sensación que delataba que esto ya no se podía posponer más, y ayer ya empecé a sentir mareos. Vuelvo el lunes a pasar las horas muertas en la consulta de Claudio, y la culpa no es de nadie sino de mi puñetero ritmo de vida, se que no merece la pena, pero es ahora o nunca, o al menos eso es lo que todos se empeñan en meterme en la cabeza!

Pero no hay mal que por bien no venga, este fin de semana si nadie lo impide me voy a pegar un bañito en el balneario, que para eso lo tengo a 15 minutos de casa!
¡Que maravilla, verdad?! A veces se nos olvidan las cosas buenas que tenemos tan cerca.

¡Viva Murcia!

21.2.08

El sida si da...




Hoy ha llegado a mi correo este video, desgraciadamente el sida sigue provocando muertes cada día, según este vídeo cada 10 segundo más concretamente... y la verdad es que gran parte de las victimas no dispone de medios (ni económicos, ni educativos, ni sanitarios...) para hacer frente a esta situación, porque a veces se nos olvida que más de 24 MILONES DE PERSONAS en África viven con Sida!



http://www.lepoison.com/sidaction/

18.2.08



Yo nunca sufrí el síndrome de Peter Pan, sino el de Momo, incluso tuve una tortuga y la llamé Casiopea, que por cierto, echo a andar y se me escapó a mejor vida, no me hacía demasiado caso y nunca hubiera sido demasiado útil contra los hombres grises.
Y hoy me paro a pensar y no cumplo ni uno de los requisitos de mi heroína, sino todo lo contrario, vendí mi tiempo por cuatro años a los hombres grises y aún me planteo si seguir dejando parte de mi vida en el banco del tiempo para que se me deshojen algunas flores horarias más…
Nunca es tarde, aunque los hombres grises acechan, el espíritu de Momo continua en mi cabeza y forma parte de mis decisiones.

Para el que no sepa de qué hablo, os recomiendo “Momo” de Michael Ende, uno de los grandes libros que han pasado por mi vida.