15.11.07

Bueno, este año para que no me haga mayor, una de mis amigas me regaló El Principito por mi cumpleaños, y por tercera vez me lo he leído. Según pone en mi libro original lo leí por primera vez en 6º de EGB, (eso serían unos 11 años o así), no se que pasa con los libros que nos obligan a leernos en el cole, pero no suelen ir acordes con nuestra edad y les tomamos manía para siempre, (por desgracia), y El principito no podía ser la excepción. Reconozco que tiene muchos párrafos buenísimos, de esos de subrayar, aún así, creo que nunca estará entre esos libros a los que necesito recurrir de vez en cuando porque son esenciales en mi vida.

En esta lectura he descubierto un párrafo que me ha gustado especialmente y me gustaría compartir, supongo que en otras ocasiones “no era visible a mis ojos”, pero creo que es con lo que me quedo esta vez….

Bueno, se encuentra el principito visitando a un rey que vivía solo en su planeta y exigía que su autoridad fuese respetada y no toleraba la desobediencia…………

[…] Y como se sentía un poco triste por el recuerdo de su pequeño planeta abandonado, se atrevió a solicitar una gracia al rey:
- Quisiera ver una puesta de sol… Dame el gusto… Ordena al sol que se ponga…
- Si ordeno a un general que vuele de flor en flor como una mariposa, o que escriba una tragedia, o que se transforme en ave marina, y si el general no ejecuta la orden recibida, ¿quién, él o yo, estaría en falta?
- Vos- dijo firmemente el principito
- Exacto. Hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede hacer –replicó el rey-. La autoridad reposa, en primer término, sobre la razón. Si ordenas a tu pueblo que se arroje al mar, hará una revolución. Tengo derecho a exigir obediencia porque mis órdenes son razonables.
- ¿Y mi puesta de sol?- respondió el principito que jamás olvidaba una pregunta una vez que la había formulado.
- Tendrás tu puesta de sol. Lo exigiré. Pero esperaré, con mi ciencia de gobernante, a que las condiciones sean favorables.
- ¿Y esto cuándo sucederá?- indagó el principito
- ¡Hem!, ¡Hem!- le contestó el rey que consultó antes un grueso calendario-, ¡hem!, ¡hem! ¡será a las…., a las…, será esta noche a las siete y cuarenta en punto! ¡Y verás como soy obedecido! […]

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