12.6.08

fragmentos


… Lo que se desea en la infancia no tiene posibilidad de conseguirse jamás en su perfecta plenitud, porque pertenece al ámbito más íntimo de las carencias del ser humano, las que nada ni nadie podrá nunca saciar. O tal vez lo que ocurre es que soy incapaz de vivir la realidad plenamente y satisfacer los deseos y las ansias, como si sufriera una especie de bulimia emocional que me lleva a desear siempre más y más en busca de esta imposible perfección. O tal vez, para no sentirme defraudada, me tomara la vida como si estuviera hecha de símbolos más que de realidades. No dejo de pensar en ello cada vez que le pido a la vida un poco más de lo que me está dando.
Pero buscando un paliativo a tanta desazón, y aunque a veces sucumba a la melancolía, pienso que es mejor que todo ocurra de esta manera, es mejor seguir anhelando esa plenitud, es mejor que no se hallan colmado aquellos deseos que me permiten hoy, ya cerrado el ciclo familiar primero, seguir esperando ese paréntesis en mi vida profesional. “Cuando la casa está acabada entra la muerte”, dice un proverbio turco y en cualquiera de los aspectos de la vida, sea la casa, la vocación, la profesión el amor o la vida familiar, si nos queda todavía el ímpetu de continuarla porque tenemos conciencia de que algo queda por dar y por recibir o simplemente por hacer o descubrir, continuamos viviendo, no como un mero y apático devenir sino con la alegría y el afán que precisan los proyectos que se quieren realizar. Tal vez sea esto, a fin de cuentas lo que nos mantiene vivos en el sentido más cabal de la existencia….

Diario de una abuela de verano
Rosa Regás

1 comentario:

Cla.- dijo...

¡Qué lindas cosas que estas compartiendo! Espero que estés muy bien, te mando un beso grande!