Esta frase, que hizo popular Lina Morgan, se me clavó y la repito a menudo aunque a veces la gente me mire un poco raro, pero es que a veces me da la sensación de que es la frase perfecta para expresar lo que me rodea, no es solo el significado, sino el tono de voz que ella le daba, que a mi siempre me ha sonado a la ansiedad de estar harta de subir cada vez más el listón de las exigencias para no llegar a ningún lugar mejor…
A todo esto, yo venía aquí a hablar de un bautizo, ¿y que tiene que ver un bautizo con todo esto? Pues aunque parezca raro mucho, muchísimo.
Bien, este domingo estuve en un bautizo, donde experimenté gran variedad de sentimientos de diferente índole.
Por un lado, por supuesto, la alegría, la alegría de que todo hubiera ido bien, la niña estaba sana, los padres felices, los abuelos radiantes; por otro lado la alegría de reunirnos toda la familia, con todos los que somos, y lo difícil que hacemos eso de juntarnos a estas alturas de la vida, que hemos conseguido tener amigos de la otra punta del mundo desde casa, pero no somos capaces de cruzar la calle para ir a saludar a nuestro vecino sin al menos haber llamado y confirmado cita primero, como si fuéramos al oculista.
Por otro lado el sentimiento de la sorpresa, la sorpresa de descubrir que la niña tenía dos habitaciones enteras llenas de regalos, jamás en mi vida hubiese imaginado algo así; Indescriptible es la palabra, y del orgullo de la madre por todas esas pertenencias de su hija, que si mal no calculo, habrá vestidos que nunca le dará tiempo a estrenar.
La sorpresa de no saber si realmente conoces a algunas personas que llevan tu misma sangre, porque que tu recuerdes, los valores de esa persona que te mataba a porrazos con los cojines en casa de la abuela y te tiraba a la piscina de cabeza o te daba un manguerazo, o se subía contigo a los árboles, se parecían más bien a los tuyos, y no sabes muy bien donde se ocultan o por donde se han quedado.
La sorpresa también de estar en un bautizo y sentirte tan ortopédico como en una boda, y volver con 6 detalles de recuerdo por pareja, botella de vino, puros de vainilla, sombra de ojos, estuche de brochas de maquillaje, colonia y retrato de la bautizada, o lo que se viene denominando ¿no estábamos en crisis? ¿realmente todo eso era necesario?
Y por ultimo y como es muy común en mí, el sentimiento de la duda, la duda de plantearme que tipo de valores se le pueden inculcar a una niña que nada más nacer cuenta con más propiedades materiales de las que muchos a lo largo de su historia llegarán a tener, la duda de si esos padres se han planteado alguna vez si tanto derroche es bueno para la educación de sus hijo, la duda de saber si todos los regalos los abrieron con la misma ilusión, o si al 200 perdieron un poco de entusiasmo, duda sobre si se han planteado donar parte de toda esa ropa a alguna ONG cuando se le quede pequeña, la duda de saber si esa persona con la que tanto he compartido comparte algo conmigo, apellido aparte, la duda de si algún día me veré socialmente (o familiarmente) obligada a hacer lo mismo, la duda de pensar si esto se repite con cada bautizo en cada familia, la duda de pensar si es que nadie dudó en algún momento de que todo aquello se salía de lo normal, en definitiva, un desparrame!
A todo esto, yo venía aquí a hablar de un bautizo, ¿y que tiene que ver un bautizo con todo esto? Pues aunque parezca raro mucho, muchísimo.
Bien, este domingo estuve en un bautizo, donde experimenté gran variedad de sentimientos de diferente índole.
Por un lado, por supuesto, la alegría, la alegría de que todo hubiera ido bien, la niña estaba sana, los padres felices, los abuelos radiantes; por otro lado la alegría de reunirnos toda la familia, con todos los que somos, y lo difícil que hacemos eso de juntarnos a estas alturas de la vida, que hemos conseguido tener amigos de la otra punta del mundo desde casa, pero no somos capaces de cruzar la calle para ir a saludar a nuestro vecino sin al menos haber llamado y confirmado cita primero, como si fuéramos al oculista.
Por otro lado el sentimiento de la sorpresa, la sorpresa de descubrir que la niña tenía dos habitaciones enteras llenas de regalos, jamás en mi vida hubiese imaginado algo así; Indescriptible es la palabra, y del orgullo de la madre por todas esas pertenencias de su hija, que si mal no calculo, habrá vestidos que nunca le dará tiempo a estrenar.
La sorpresa de no saber si realmente conoces a algunas personas que llevan tu misma sangre, porque que tu recuerdes, los valores de esa persona que te mataba a porrazos con los cojines en casa de la abuela y te tiraba a la piscina de cabeza o te daba un manguerazo, o se subía contigo a los árboles, se parecían más bien a los tuyos, y no sabes muy bien donde se ocultan o por donde se han quedado.
La sorpresa también de estar en un bautizo y sentirte tan ortopédico como en una boda, y volver con 6 detalles de recuerdo por pareja, botella de vino, puros de vainilla, sombra de ojos, estuche de brochas de maquillaje, colonia y retrato de la bautizada, o lo que se viene denominando ¿no estábamos en crisis? ¿realmente todo eso era necesario?
Y por ultimo y como es muy común en mí, el sentimiento de la duda, la duda de plantearme que tipo de valores se le pueden inculcar a una niña que nada más nacer cuenta con más propiedades materiales de las que muchos a lo largo de su historia llegarán a tener, la duda de si esos padres se han planteado alguna vez si tanto derroche es bueno para la educación de sus hijo, la duda de saber si todos los regalos los abrieron con la misma ilusión, o si al 200 perdieron un poco de entusiasmo, duda sobre si se han planteado donar parte de toda esa ropa a alguna ONG cuando se le quede pequeña, la duda de saber si esa persona con la que tanto he compartido comparte algo conmigo, apellido aparte, la duda de si algún día me veré socialmente (o familiarmente) obligada a hacer lo mismo, la duda de pensar si esto se repite con cada bautizo en cada familia, la duda de pensar si es que nadie dudó en algún momento de que todo aquello se salía de lo normal, en definitiva, un desparrame!
1 comentario:
Ay!..cuanta razon tenes!...que terrible desperdicio y derroche cuando otros niños pasan tanta necesidad!...pero bueno, hay que ser coherente con una misma y tratar de no "engancharse" aunque te miren con cara extraña cuando caes con una pajarita de papel para la niña y el recibo de una donacion a Unicef ... por ejemplo,yo creo que no pueden ofenderse... quiza alguien tome el ejemplo y sino por lo menos uno estara en sintonia con sus princiopios no te parece?...bueno vos y yo sabemos de que hablamos, te mando un besote !
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